Martes 14 de Mayo de 2024  
 
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VIRGEN DE LA MISERICORDIA


Les contamos su origen...

LAS DOS APARICIONES En el valle de San Bernardo, de la comuna de Savona, el sábado 18 de marzo de 1536, un sencillo y piadoso labrador llamado Antonio Botta, bajaba muy de mañana al arroyuelo Letimbo, a lavarse las manos. De pronto se vio rodeado por un resplandor extraordinario, venido del cielo. Asustado, refiere el afortunado vidente, estuve a punto de caer, de tal modo que se me cayó de la cabeza el sombrero. y luego, oí una voz que, de en medio del resplandor, me decía: ¡Ea!, levántate y no temas, pues Yo soy la Virgen María. Levantándome – prosigue – me pareció ver en aquel resplandor, pero siempre confusamente, una Señora que me dijo estas palabras: Ve a tu Confesor y dile que anuncie en la Iglesia al pueblo, que ayune por tres sábados y haga tres días de procesión en honor de Dios y de Su Madre; tú luego te confesarás y comulgarás y el cuarto sábado volverás a este lugar. Y mientras esto decía, yo oí por la carretera pública a unos arrieros que pasaban; y temiendo que nos vieran, quise esconderme; mas Ella me dijo: No temas, pues no nos podrán ver. Y  dichas estas palabras, desapareció la figura juntamente con el resplandor”. (Esta relación de Antonio Botta, extratada del original, fue grabada en una lápida de mármol y colocada en el Santuario de Nuestra Señora de la Misericordia, el 17 de abril de 1596).

La manera de expresarse del vidente, nos lo muestra en perfecta posesión de sus sentidos; los detalles del sombrero, de los arrieros, prueban que sabía bien lo que veía y oía.

El piadoso Antonio se apresuró a presentarse a su Párroco de la Iglesia de San Bernardo, y le narró, no sin lágrimas, el prodigioso acontecimiento. Tan sincera y expresiva fue su exposición, valorada además por la aureola de virtud que brillaba en Antonio, que el Párroco no titubeó en darle crédito y se dirigió de inmediato a Savona a informar de todo a sus superiores eclesiásticos.

Aquel mismo día fue llamado Antonio a Savona, ante la autoridad eclesiástica y civil, que no dudó en aceptar el hecho como verdadero, después de oír la narración ingenua y llena de simplicidad del vidente. Tanto más cuanto que la noche anterior muchas personas vieron sobre la Catedral y el Castillo tres vívidas llamas de fuego, que supisieron presagio de algún extraordinario acontecimiento. No obstante la rápida propagación del suceso por toda Savona y sus cercanías, no le permitió por entonces que fuera anunciado oficialmente.

Llegó por fin el cuarto sábado, que era ese año el 8 de abril, y obediente a la orden de la Santísima Virgen, dirigiéndose Antonio al lugar por Ella designado. Dejemos la palabra al mismo protagonista:

 

“Habiendo vuelto el cuarto sábado al mismo lugar, y rezando de rodillas mis oraciones, he aquí que de repente bajó del cielo un resplandor mayor aún que la primera vez, y se posó sobre una piedra que se hallaba a la orilla, y me rodeó de tal modo que, no sólo los montes sino los árboles más cercanos, no pude ya ver; y CLARAMENTE vi en el esplendor una Señora con vestidura y manto blanco y una corona de oro en su cabeza, y bajando y extendiendo las manos así me habló: “Ve a los de Savona, quienes, para asegurarse acerca de las cosas que YO te mandé decir el otro día, te enviaron a preguntarme y diles: Que anuncien al pueblo que ayune tres sábados y que hagan por tres días la procesión todos los Religiosos y casas de Disciplinantes; y a dichos Disciplinantes se les recomiende la disciplina especialmente el día Viernes Santo. Porque si no fuese por aquellas pocas oraciones y buenas obras que se practican por las Cofradías y por otros siervos de Dios, sería el mundo mucho más atribulado de lo que es; y generalmente exhorten a todo el pueblo a enmendarse de su mala vida, porque mi Divino Hijo está hoy muy enojado contra el mundo por las muchas iniquidades que al presente reinan en él: y si esto no hicieren, su vida será corta. Entonces yo le respondí: Si no me dais alguna señal, ellos no me creerán. Y Ella me dijo: Yo les di tal señal interior aquella tarde en que fuiste llamado delante de ellos, que creerán sin necesidad de otra señal. En seguida añadió: Tú seguirás después tu vida, y Yo inspiraré a muchos lo que deberán hacer... Y acabando de decir esto levantó las manos y los ojos al cielo,  dio tres veces la bendición sobre el arroyuelo repitiendo siempre: MISERICORDIA Y NO JUSTICIA. Luego desapareció, y quedó en aquel lugar, por mucho tiempo, un suave olor”.

 

 No bien se repuso Antonio de la natural emoción experimentada en la visión de la Santísima Virgen, se dirigió a Savona para cumplir la embajada con que había sido honrado. Muchas eran las personas ansiosas de saber si el prodigio se había repetido, y le salieron al encuentro durante todo el camino, y a todos satisfacía él,más que con palabras, con el testimonio de la alegría que irradiaba su rostro y las lágrimas que de sus ojos hacían brotar los afectos que le embargaban.

 

 

Notemos que, en esta segunda aparición, Antonio ve a la Virgen claramente, a pesar del resplandor, y no confusamente, como la primera vez; que aparece coronada, para mostrarse como Reina y Madre de Misericordia  y que repite su pedido de ayuno y pertenencia, puesto que siendo merecedores de castigo, es indispensable que sus hijos se conviertan para que Dios los trate con misericordia,  como Ella suplica. Se aparece, pues, como mensajera de la misericordia de su Divino Hijo, dispuesto siempre a perdonar a los que se arrepienten; y por eso aconseja quitar el impedimento del pecado para aprovechar la gracia que la bondad de Jesús les quiere dar.

 

 Adviértase también que era entonces usual dar a la palabra “justicia” el sentido de “castigo”, así como aún hoy empleamos el vocablo “ajusticiar” para significar condenar a muerte, siendo que lo mismo podría tomarse en el caso de premiar y no se le da sin embargo esa acepción, ordinariamente.

 Hecha esta aclaración, las palabras de la Santísima Virgen en su Aparición pueden ser bien interpretadas.

 

Retomemos ahora el hilo del relato:

 

 Se presentó Antonio nuevamente a las autoridades, y ante ellas dictó la referida narración, recogida religiosamente y escrita por el Canciller de la Comuna, en presencia del Vicario General de la diócesis. Así fue como se cumplió la palabra de la Virgen Santísima: “Yo les di tal señal interior, que, sin necesidad de otra, te creerán”.

 

 

RESURGIMIENTO 

 

 La fausta noticia cundió por toda la ciudad y produjo extraordinaria conmoción. Doquier se oían repetir, con acento de la más cristiana piedad, las palabras de la Santísima Virgen: “¡Misericordia, Santísima Madre y Abogada nuestra, misericordia y no justicia!”. Las campanas repicaron, el pueblo en masa se volcó en los Templos, los sacerdotes entonaron el cántico “Benedictus” y, unidos a los fieles, tributaron solemnes acciones de gracias a Dios, por el señalado favor  con que había beneficiado a su pueblo, y a la Madre de Misericordia que lo había visitado como amorosa Medianera.

 Al día siguiente, que ese año era Domingo de Ramos, se anunció oficialmente, desde todos los púlpitos, por orden de las autoridades eclesiásticas y civiles, la portentosa Aparición y se recomendó a todos que cumplieran las obras ordenadas por la Madre de Dios. Con indescriptible celo se apresuraron a ejecutarlas, en la ciudad y sus cercanías. Fue una demostración unánime de Fe y Amor filial, unida a la más fervorosa enmienda de vida y reforma de costumbres, un verdadero resurgimiento moral, en ese pueblo savonés desmoralizado y abatido por la derrota sufrida.

 

Inmenso gentío asistió a las tres procesiones. En la del Viernes Santo, los cofrades iban descalzos, cantando salmos de penitencia y azotándose con tanto rigor que salpicaban a su paso las calles con su propia sangre.

 

 

Toda la Liguria y gran parte de Italia recibieron con alegría, la aparición de la Santísima Virgen. Nada detuvo el impulso de la fe de los pueblos, anhelantes de lograr la renovación moral pedida por la excelsa Madre de Dios; y en ese mismo año 1536 pasaron de 54 las peregrinaciones realizadas hasta el 14 de agosto. Las portentosas curaciones de enfermos conmovían a las multitudes que con sus aclamaciones: “¡MISERICORDIA Y NO JUSTICIA!”,  llenaban los ámbitos de valles y collados.  Debido a la gran afluencia de peregrinos, las autoridades establecieron oportunas guías para señalar a las procesiones un rumbo distinto al de llegada. La intervención de la Divina Providencia fue muy evidente porque, aún cuando en esa zona eran escasos y poco adelantados los agricultores, la abundancia de provisiones alcanzó a satisfacer las necesidades de tantas personas, sin lamentar el más mínimo desorden.

 El retorno a la fe y a la piedad cristiana, obrado en muchas almas merced a la aparición de la Santísima Virgen, fue un baluarte que preservó a esas regiones, desde que había invadido gran parte de Europa desde Alemania, viciada por la herejía protestante.


HOMENAJE DE AMOR 

 Los savoneses erigieron un oratorio sobre la misma roca donde la Santísima Virgen posara su bendito pie. El decreto data del 21 de abril de 1536, trece días después de la segunda aparición y en menos de un mes, se inauguró con satisfacción y gozo de todo el pueblo. El incremento mayor  que fue tomando la devoción a la Santísima Virgen excitó el celo de sus hijos que quisieron dedicarle un suntuoso templo. El 11 de julio del mismo año se dio comienzo a la construcción del magnífico santuario y al lado del mismo un vasto hospicio para acoger a los pobres y enfermos que iban a implorar el patrocinio de María. Las copiosas limosnas, ofrendas y rentas para sostener ambas obras fueron administradas religiosamente, con el nombre de “Obra Pía de la Madre de Misericordia”. Poco más de cuatro años se empleó en la edificación de ambas; y luego se emprendió la dificultosa tarea de abrir un camino espacioso y cómodo que llevase de Savona al Santuario. Finalmente, nueve capillas distribuidas de trecho en trecho en el largo trayecto, confortan a los fieles que van a visitar a la Santísima Virgen.


En el Santuario es de notar que el Camarín es subterráneo, se desciende por once gradas de mármol y sobre el altar fíjase la mirada en la imagen de la Santísima Virgen, en la actitud que apareciera, descansando sobre la misma piedra en que posó su santo pie. La estatua es de finísimo mármol blanco. Bajo esta capilla corre el arroyuelo bendecido por María Santísima en su aparición, y por una abertura practicada en el pavimento se puede sacar agua de él.

 

La gratitud del pueblo de Savona no quedó satisfecha hasta no lograr que el Consejo de la Comuna, en sesión plenaria con representación de ciudadanos nobles, comerciantes, artesanos y obreros, en número total de cincuenta y tres, decretada, el 9 de febrero de 1937, día festivo, a perpetuidad, y como tal, solemnizado por el pueblo, cada año, el 18 de marzo, aniversario de la primera aparición.

 

LA MADRE DE LA MISERICORDIA Y EL PAPADO

 

Los Sumos Pontífices concedieron, en el transcurso de los siglos, privilegios al Santuario de la Madre de Misericordia; el primero en visitarlo fue S. S. Paulo III, en 1538. Este mismo Papa convocó el Concilio de Trento, justamente el 8 de abril de 1536, día de la segunda aparición de la Santísima Virgen de la Misericordia. Reyes y príncipes, ricos y poderosos de la tierra, donaron valiosísimas alhajas a la Virgen Santísima. De todo ese tesoro fue despojada, con toda la riqueza contenida en el Santuario, en abril de 1798, por los revolucionarios franceses. Siguieron años turbulentos y en agosto de 1809, S. S. Pío VII llegó a Savona, en calidad de prisionero de cautividad, S. S. Pío VII se expresó así: “ En cuanto a la adhesión de los savoneses hacia Nos, fue tanto más digna de alabanza cuanto más larga y grave ha sido la cautividad que hemos tenido que soportar entre ellos”.

 

Una nueva amenaza de invasión napoleónica a los Estados Pontificios,  en marzo de 1815, dio margen a que el piadoso rey Víctor Manuel I ofreciera asilo en sus dominios al Soberano Pontífice. El Santo Padre se trasladó a Génova, pero no ya como saliera de Roma en 1809, en calidad de prisionero, sino en marcha triunfal, aclamado con desbordante entusiasmo y alegría por los pueblos que atravesaba en su camino. Así fue cómo la Providencia allanó las dificultades que se oponían a que se realizara la reparación que los savoneses querían tributar a su excelsa Patrona.

 

SOLEMNE CORONACIÓN 

 El 10 de mayo de 1815, asistido por diez Cardenales y muchos otros Prelados, celebró Su Santidad un solemne pontifical en el Santuario, riquísimamente adornado.  Su Majestad el rey Víctor Manuel I, con toda la familia real, el rey de Etruria Fernando de Borbón y la reina madre, dignidades y representaciones oficiales, asistieron piadosamente a la grandiosa ceremonia. Terminado el Pontifical, el Santo Padre bajó al Camarín y, vivamente conmovido; depositó, siguiendo el ritual, la corona en las sienes de la Imagen de la Santísima Madre de la Misericordia. En ese instante resonó en el sagrado recinto el “Regina Coeli” entonado por un escogido coro, y repicaron las campanas, y se unieron los disparos de bombas, festejando el glorioso acontecimiento. Interrumpido varias veces por las lágrimas, el Augusto Pontífice cantó el Te Deum y luego oyó la Misa de acción de gracias, después de la cual se dio lectura al Breve Pontificio que concedía indulgencias a los fieles que visitaran el venerado Santuario.

 Para perpetua memoria, extendió un Acta el Notario Jerónimo Isnardi y la firmaron todos los miembros de la Comisión Administradora del Santuario. Además, se grabó sobre mármol, con letras de oro, una lápida que se colocó a la derecha, en la entrada de la primera capilla.

 Al año siguiente, el Sumo Pontífice Pío VII, en plena y pacífica posesión de los Estados de la Iglesia, mandó acuñar una medalla conmemorativa del hecho. En el anverso se representó la imagen de Nuestra Señora de la Misericordia, a cuyos pies estaba arrodillado el Papa, en ademán de ofrecerle la corona, y con la inscripción latina que, traducida, dice: “Coronación solemne de la imagen de la Madre de Dios, en Savona”. En el reverso, la efigie de Pío VII, con su nombre y fecha.

 El regocijo del pueblo savonés en aquel 10 de mayo, es imposible describirlo. No menos difícil sería querer referir el derroche de flores, adornos, luces, riqueza en ornamentos y en decoración, no sólo en el Santuario sino en toda la “ciudad de María”, como se gloría en llamarse la afortunada Savona. Con tales honores, lograba resarcir las inicuas profanaciones de que fuera objeto el Santuario de su amadísima Madre de Misericordia.

 

 

 

 FAUSTOS ANIVERSARIOS

Cada centenario de las apariciones de María y de su gloriosa coronación, fueron celebrados con fausto, piedad y alegría tan grandes que superan todo elogio. Al cumplirse el tercero, en 1836, se añadió un motivo más de gratitud: la preservación de Savona del terrible azote del cólera, que hizo estragos en las comarcas circunvecinas y se detuvo a las puertas de la privilegiada ciudad que, como antaño, invocara el patrocinio de María.


Al año siguiente, María dio un testimonio más de maternal cariño, inspirando a una devotísima hija del pueblo e hija Suya: Santa María Josefa Rossello, el 10 de agosto de 1837, la fundación providencial del Instituto “Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia” consagrado a la educación cristiana de la niñez y juventud, especialmente de la más pobre y abandonada, y la asistencia de los enfermos en los Hospitales.

 

 La devoción a la Virgen de Savona penetró en América en el año 1620, en forma privada... "... Y SU MISERICORDIA SE EXTIENDE...”


 En 1650 se dio culto público por primera vez en Potosí, donde un savonés, José Lamberti, hizo erigir una Capilla dedicada a María Santísima de la Misericordia y aseguró, con una renta fija, el mantenimiento de su culto.

 

En la isla de Cuba, en el año 1852, la Iglesia Parroquial de la ciudad de Trinidad dedicó una Capilla lateral a la Santísima Virgen de la Misericordia para venerar una hermosa estatua obsequiada por el savonés Antonio Boggiano, quien quiso que se hiciera una traducción castellana de la historia, escrita en italiano, de las apariciones de la Virgen Santísima en Savona y de los milagros y gracias que a ellas siguieron.

 

En Buenos Aires, los esposos D. Antonio Valle (genovés) y Dª Faustina Puentes (argentina), prometieron hacer traer de Savona una imagen de la milagrosa Madre de Misericordia, en agradecimiento por haberse visto libres de la alarmante epidemia de fiebre amatrilla, en el barrio de “Caballito”, donde ellos vivían. Así fue como, junto con otros vecinos, empezaron, desde 1871, a rezar anualmente la novena de la Virgen y llevarla en procesión por las calles, hasta la Iglesia de San José de Flores. Pero consta que ya con anterioridad a esa fecha se rezaba públicamente la novena, pues el “imprimatur” de la misma lleva la del 6 de agosto de 1862.

 

También en Buenos Aires, desde 1867, en la Capilla “Mater Misericordiae”, de la calle Moreno 1669, llamada “Iglesia de los italianos”, se festeja la fiesta en el mes de setiembre, concurriendo la colectividad italiana con acendrada piedad y devoción.

 

 

 

 “¡Madre! Por Ti haya siempre en nosotros paz y concordia; y nuestra herencia sea misericordia”.


 (De la Consagración de Santa María Josefa Rossello a la Santísima Virgen. Año 1864).

 

Más la fecha que marca el punto de partida del incremento constante de esta devoción en el Nuevo Mundo, es el 14 de diciembre de 1875. Ese día arribaron a Buenos Aires las primeras de las muchas Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia que enviara su fundadora, Santa María Josefa Rossello, con la misión de difundir en tierra americana las misericordias de María. Desde aquel entonces, en el vasto territorio argentino, en Uruguay, Chile, Brasil, Estados Unidos de Norteamérica, levantaron con abnegación de heroínas, más un centenar de Casas; y en cada una: Hospital, Asilo, Pensionado, Hogar-Escuela, Seminario, Colegio, en las Misiones Rurales y en las obras de acción social y apostólica, la titular es la dulce Virgen de Savona; la promotora, su Misericordia.

 

El 31 de diciembre de 1932, bajo la advocación de NUESTRA SEÑORA DE LA MISERICORDIA se erigió en la ciudad de Buenos Aires, una nueva Parroquia, en el barrio de Nueva Chicago. La construcción del templo se debe al esfuerzo aunado de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia con sus alumnas y ex alumnas, del primer Párroco Pbro. Hermenegildo Fazio y sus sucesores, especialmente el Pbro. Juan Galassi, que desplegó una actividad incansable a base de sacrificios personales; de los feligreses y de personas amantes de la Santísima Virgen.

 

El sábado 30 de junio de 1956, la estatua de la Titular, donada por la Reverendísima Madre General Sor María Emilia Josefa Siffredi, entró triunfalmente a “su” Parroquia, cortejada por una caravana de automóviles. Los parroquianos la recibieron con grandes muestras de regocijo y de amor, vitoreándola, aclamándola, aplaudiendo, agitando pañuelos, al grito repetido de “¡Viva la Virgen!”.

 

Es una valiosa obra artística, tallada en madera por el afamado escultor de Florencia, Pablo Valoncini. La corona de oro que lleva la Imagen fue hecha con alhajas de alumnas y ex alumnas de la Misericordia de Savona.

 

Años antes de la construcción de la Parroquia, las Hijas de la Misericordia y algunas exalumnas ya enseñaban, semanalmente, el Catesismo. Luego se abrió una post-escuela que se ha convertido en Escuela Parroquial, con enseñanza primaria y comercial y un número de alumnos siempre creciente (730 en el año 1964).

 

 En el año 1926, en el Barrio Hospital de la ciudad de Venado Tuerto, la Asociación de Hijas de María fundó el centro catequístico “de Nuestra Señora de la Misericordia” que sería, con el tiempo, la base de la Capilla “Mater Misericordiae”, cuya piedra fundamental se colocó en 25 de julio de 1937, en un terreno donado por el señor Isidoro Sosa. Concluido el edificio, se bendijo el 1º de enero de 1939; día en que también se celebró la primera Misa. Centenares de fieles cumplen en dicha Capilla al precepto dominical y falanges de niños se congregan para recibir enseñanza catequística, impartida por Hijas de la Misericordia y celosas ex alumnas.

 

Poco después empezó a funcionar el costurero “Mater Misericordiae” que confecciona ropa para niños pobres.

 

El 11 de marzo de 1962, la Capilla fue elevada a la categoría de Vicaría, teniendo un celoso sacerdote al frente, el Pbro. Hugo Valero, que sigue dando impulso a las asociaciones piadosas y de asistencia social.

 

Al celebrar sus bodas de plata, el 1º de enero de 1964, la Vicaría MATER MISERICORDIAE se halla floreciente y en vías de incesante progreso.

 

María ha vuelto hacia nosotros “esos tus ojos  misericordiosos” y se ha condolido de nuestros sufrimientos; ha suscitado las Hijas de Misericordia y les ha infundido su ternura y compasión para convertirlas en instrumentos de su maternal y solícito amor. Ellas, dirigidas y estimuladas por María, prodigan al pobre, al desvalido, al huérfano, al enfermo, consuelo, asistencia, afectuosa protección; y deparan, a la niñez y juventud, la joya inestable de la educación sólida y auténticamente cristiana. Así perpetúa Dios en el mundo “Su misericordia, de generación en generación”, como el cántico de la Virgen lo proclamara.

 

 
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